Por: Yelanys Hernández Fusté
Frank Fernández puso ante su auditorio una parte de la historia musical de esta Isla. Lo hizo del modo más sublime, con la sensibilidad de su arte, desde ese misticismo que aflora cuando toca su piano.
A él, con medio siglo de «hurgar» en la identidad nacional a través de sus notas, Cuba le flotó anoche entre el sonido de aquel Rabo de nube que Silvio inscribió como Nueva Trova y la Perla Marina que Sindo Garay envolvió con el romanticismo de las buenas canciones.
Ese tierno y a la vez impetuoso Frank de la escena nocturna del teatro Mella, que navega ahora por sus 65 años, no dejó de sorprender a los atentos cubanos con una Suite para dos pianos.
Allí, con la ejecución en vivo y otra que fluyó desde una grabación, Fernández reflejó esa influencia sideral del Caimán con lo mejor del Bolero, aquella conga santiaguera de los Hoyos, la reverencia musical de un estilo con nombre de ciudad (Habanera), la válida solidaridad nuestra (Vals joropo), y el Zapateo por derecho.
Sus hijos, Liana María (piano) y Frank Ernesto (oboe), junto al percusionista Yuri del Valle, recorrieron las obras del padre para Renacer de enero, amar a las Bellas artes, y confirmar que la música tiene también la sencillez y el cuidado de una mujer (Liana).
Frank Fernández definitivamente ha pasado a esa otra dimensión, la de los músicos de pueblo, los que nunca se olvidan, y las melodías resuenan como aquel Ave María de Franz Schubert, escogido para abrir ese especial concierto que inauguró la Semana de la Cultura del municipio Plaza de la Revolución.
Salgo ahora a mirar esta Cuba nuestra y veo en ella esa fuerza y criollismo con que Frank ejecuta sus piezas. Y agradezco esa noche donde el hombre al piano tocó desde su alma.